TAL DÍA COMO...

 

26 de marzo


El 26 de marzo de 1827, hace 195 años, fallecía el alemán   Ludwig van Beethoven (n.1770), uno de los compositores más importantes y reconocidos de la historia de la música sin cuyo legado la evolución de la misma no habría sido la misma.

Al igual que Mozart, Beethoven fue un niño prodigio. Su padre pretendía que fuese “el nuevo Mozart”, por eso desde los 10 años dio conciertos donde la gente pagaba por escucharlo tocando el piano, aunque no logró el éxito esperado.

A los 16 años Beethoven se encontró con Mozart, que tenía 31. Ocurrió en 1787 en Viena, donde Mozart era considerado uno de los mejores músicos vivos de Europa. El Conde Waldstein, un noble alemán, escribió una carta de recomendación con la cual Beethoven llegó a la residencia de Mozart. Según se cuenta, Mozart le dijo a Beethoven que tocase algo y el joven alemán tocó los primeros compases del "Concierto para piano en Do menor" de Mozart. “Eso lo puede tocar cualquiera. Toca algo propio”, le dijo Mozart. Beethoven tocó una de sus composiciones. Cuando terminó, Mozart les dijo a su esposa y unos amigos: “Escuchen a este niño. Algún día el mundo hablará de él”.

Beethoven quería recibir clases de Mozart o Haydn, pero a las dos semanas de estar en Viena su madre enfermó y tuvo que regresar a Bonn. Cuando volvió a Viena por segunda vez, en noviembre de 1792, Mozart ya había fallecido. Su padre falleciótan solo un mes después y en 1795 sus dos hermanos se reunieron con él. Se ganaba la vida dando conciertos, enseñando piano y con las ventas de sus composiciones.

Miembros de la aristocracia Vienesa fueron sus patrones y en 1809, el príncipe Kinsky, el príncipe Lobkowitz y el archiduque Rodolfo, le garantizaron un ingreso anual con la única condición de que se residiera en Viena.

Los últimos treinta años de su vida estuvieron marcados por una serie de crisis personales, siendo la primera de ellas su sordera. Los primeros síntomas, notables para el compositor ya antes de 1800, lo afectaron más socialmente que musicalmente, aunque supuso la interrupción de su carrera como intérprete. Su desesperación aparece ya en cartas fechadas en 1801 y en un documento dirigido a sus hermanos hacia finales de 1802 conocido como el "Heiligenstadt Testament" (Mi deseo es que vuestra vida sea mejor y menos triste que la mía; recomendad a vuestros hijos la Virtud, ella sola puede volvernos felices, y no el dinero; hablo por experiencia; es ella la que me ha reanimado en mi aflicción; le debo, como a mi arte, no haber terminado mi vida con el suicidio. ¡Adiós y amaos!)

Su sordera avanzó de tal manera que para comunicarse requería una tabla o pequeños cuadernos (ahora conocidos como "cuadernos de conversación”). Además, la lista de enfermedades que se cree que sufrió es considerable.

Beethoven, que nunca se casó ni tuvo descendencia, sufrió varios desengaños amorosos, entre los que se encontraba la destinataria de su famosa sonata Claro de Luna.

La tradición divide la carrera de Beethoven en tres grandes períodos creativos:

La primera época abarca las composiciones escritas hasta 1800, caracterizadas por seguir de cerca el modelo establecido por Mozart y Joseph Haydn y el clasicismo en general, sin excesivas innovaciones o rasgos personales. A este período pertenecen obras como el célebre Septimino o sus dos primeros conciertos para piano.

Una segunda época abarca desde 1801 hasta 1814, período que puede considerarse de madurez, con obras plenamente originales en las que Beethoven hace gala de un dominio absoluto de la forma y la expresión (su única ópera, Fidelio, que fue un fracaso en su estreno, sus ocho primeras sinfonías, etc.)

La tercera etapa comprende hasta la muerte del músico y está dominada por sus obras más innovadoras y personales, incomprendidas en su tiempo por la novedad de su lenguaje y su forma poco convencional; su genial Sinfonía n.º 9 forma parte de este período, siendo la primera sinfonía que incluía partes para cantantes.

 

Las obras de Beethoven anticiparon muchos de los rasgos que caracterizarían la música posterior, reflejando tanto el cambio de gusto entre el Clasicismo y el Romanticismo como que entre el Antiguo Régimen y la nueva situación social y política surgida de la Revolución Francesa.

Como es sabido, en 1789 caía la Bastilla y con ella la concepción de un mundo en el que un artista jugaba un papel determinado para la sociedad. Así, Beethoven, siguiendo los pasos que su admirado Mozart intentó con menor éxito, fue el primer músico que consiguió independizarse y vivir de los encargos que se le realizaban, sin estar al servicio de un príncipe o un aristócrata.

El anhelo de igualdad, fraternidad y libertad, consigna de la Revolución Francesa, se había expresado en la cultura germana tres años antes de dicha revolución, en 1786, cuando Friedrich Schiller, que formaba parte de la generación del Sturm und Drang (tormenta e ímpetu), un movimiento prerromántico que reclamaba aquellos valores por medio de las artes, publicó Oda a la alegría, poema que Beethoven musicalizaría y que constituye el cuarto movimiento de su Novena Sinfonía, mundialmente conocido como Himno a la alegría.

La decisión de Beethoven de incluir la Oda a la alegría en la Novena sinfonía fue, desde luego, una decisión arriesgada, pero por ello, constituyó una proclama de libertad, creando así un nuevo género: la Sinfonía Coral.

Beethoven fallecía a los 56 años. Tras diversos estudios y especulaciones acerca de cuál sería la causa de su muerte no se ha llegado a ningún diagnóstico certero, puesto que el músico padecía diversas dolencias físicas.

En su multitudinario funeral se interpretó el Requiem de Mozart.

 

🔊 Sinfonía Nº 9 (4º movimiento)



🔊 Sonata “Waldstein”




🔊 Obertura de Egmont